La violencia, tanto verbal como física, está presente en las gradas y campos de muchos deportes. El fútbol, en este aspecto, se lleva la palma en cualquiera de sus categorías. El pasado fin de semana, en el fútbol regional catalán, hubo un nuevo y desagradable ejemplo, aunque con un final muy didáctico:
La colegiada Marta Galego dirigía el encuentro entre el UE Valls y el Cambrils Unió cuando comenzó a recibir quejas por parte de la grada. Denostar la actuación arbitral es un clásico en este deporte y ya casi se ve como una parte más del juego. Error.
Además, siempre hay quien supera la gruesa (aunque para ellos invisible) línea de lo personal y pasa de criticar la actuación con un “¡¡árbitro, es no era fuera de juego!!” a dirigir un “¡estás ciego!” y de ahí al insulto.
No quiso tolerarlo Marta Galego, que suspendió el encuentro en el mismo momento que un aficionado la envió a “fregar los platos”. Detuvo el partido y habló con el delegado de campo. Hasta que ese hombre no abandonara las instalaciones, ella no continuaría arbitrando. Y lo cumplió.
La valiente decisión de Marta le ha servido, seguramente, para concienciar a muchos de los presentes en el campo. No se sabe si el trago de vergüenza habrá asentado las ideas también del “ingenioso” protagonista, que se fue del recinto con el rabo entre las piernas. Lo que es cierto es que la noticia está dando la vuelta al país. Algo ayudará.