Juan Tallón escribía (ElPaís, 3. diciembre. 2017): “El fútbol transcurre en terrenos tan inciertos que para que los hechos seguros cambien solo se necesitan unos minutos, y quizás un gesto. Por ejemplo, a mitad del partido contra la Roma, en el Metropolitano, Antoine Griezmann atravesaba el peor momento de su etapa en el Atlético. Era un jugador a la deriva, silbado por los suyos, pero vislumbró un balón centrado desde la izquierda, y en una chilena que hay que soñar varias noches seguidas para ejecutar perfectamente, marcó, y desde ese segundo volvió a ser el jugador desestabilizador que necesitaba el equipo, y por supuesto atravesaba su mejor momento de la temporada. En el tiempo que voló y mandó el balón a la red, el delantero francés entró en un mundo personal diferente. En cierto sentido, se volvió otro futbolista. El fútbol precisa ficciones para que después de tantos partidos jugados podamos creernos que el siguiente no se va a parecer en nada a ninguno anterior. La hegemonía de ese deporte depende de que los seguidores nos creamos todo, sea cierto o no, y no nos importe ser víctimas de la ficción. Es agradable que las cosas no sean de vez en cuando lo que parecen. En eso consiste el secreto de algunas narraciones, y el fútbol es un relato que dura una temporada, necesitada, cada poco, de giros de guión que renueven nuestra atención”.
Luis Alejandro Díaz Zuluaga, académico colombiano y doctor en literatura futbolística, escribió (Wilmar Cabrera, 2.06.15, Panenka): “La poesía es el género que mejor define al fútbol”. Furibundo hincha de “Millonarios” hace unos años, y residente en Barcelona, realizó sus investigaciones al respecto de la literatura y el fútbol. Conoció los primeros cuentos de fútbol de Osvaldo Soriano detectando ya la relación simbólica, ficción, mentiras, ilusión… La obra más antigua que encontró en español fue el cuento de Horacio Quiroga: “Juan Pólit-Half Back”, dando por sentado que en el mundo anglosajón puede haber publicaciones del siglo XIX. Siendo lo más reciente en el mundo hispánico “La inmensa minoría” de Miguel Ángel Ortiz. En la referida investigación, se cuentan más de 100 libros entre novelas, cuentos y poesía, además de algunas crónicas y algunos pocos de teorías. Curiosamente significó: “Para hacer enamorar a alguien de la pelota… no escogería nada de literatura. Le regalaría una pelota y lo acompañaría a un parque a patear penaltis, o lo invitaría a ver una repetición de la final de la “Champions” entre el Liverpool y el Milán del 2005… Si el gancho fuera por medio de la literatura con un cuento de Roberto Fontanarrosa sería suficiente. Si fuera por medio de la poesía, hay muchos versos con imágenes preciosas en Parra del Riego, o en Canal Feijoó. Pero hay un poema de Blanca Varela titulado “Fútbol. Es la vida”: “Juega con la tierra / como con una pelota / báilala / estréllala / reviéntala / no es sino eso la tierra / tú en el jardín / mi guardavalla mi espantapájaro / mi atila mi niño / la tierra entre tus pies / gira como nunca / prodigiosamente bella. Es más que una invitación a pensar con los pies, es la certeza de que hay quienes tratamos el mundo a las patadas”.
Asegura Zuluaga que “todavía no sabemos qué es lo que nos embruja del fútbol”. Pero a la pregunta “¿Si se hiciera un triangular de literatura de fútbol entre la poesía, el cuento y la novela, ¿cuál saldría ganando?”, siendo la respuesta: “Se publican más novelas, se escriben más cuentos, pero la poesía es el mejor género para poder hacerse a una idea de lo que puede ser el fútbol: un universo poético cargado de símbolos y de reglas capaces de dotar a los jugadores de una épica, una tragedia, un drama o una comedia en la que se juega a ganar intentando controlar con los pies un elemento redondo celoso y arisco”. Me resultó llamativa la coincidencia de gustos y mi propia percepción con el experto literario: “A mí me gusta mucho leer crónicas. Pero no crónicas de partidos ni mucho menos sino crónicas en las que alguien reflexiona el porqué de lo que pasa en el terreno de juego, interpretando eso a la luz de un contexto social… tiene de valioso una crónica que intenta explicarse a sí misma el porqué de la locura social y deportiva ante el fútbol”. (…) “Una novela sobre fútbol debe contar una historia en la que la pasión por el fútbol sea el hilo narrativo, en el que una visión de mundo condicionada por la pasión por este deporte altere, incida, influya, marque y explique la vida de un individuo. Incluso no sería necesario un partido de fútbol en sí, sino la ilusión constante de vivir como si la vida fuera un partido de fútbol”. En realidad, actualmente interesan las ficciones narrativas sobre intrigas y el fútbol no deja de ser un pretexto: “Debería también tener las claves a propósito de qué es o de qué elementos está hecha una pelota de fútbol a sabiendas de que una vez llega al pie del hombre, es capaz de robar toda su atención haciéndolo víctima de una situación de juego ficcional, que luego puede llegar a trasladarse a la vida diaria en la mente de ese hombre”.
Parece una ficción futbolística, lo que se publicó en Bogotá, a mitad de diciembre 2017, relatado por el ex colegiado Juan Carlos Loustau, quien dirigió en 13. diciembre.1992 el partido Sao Paulo-Barcelona. Equipos entrenados, respectivamente, por Tele Santana y Johan Cruyff. Ambos pactaron que “si alguno de sus jugadores se descontrolaba o no respondía al buen fútbol que ellos predicaban como religión, lo sacarían de la cancha”. Johan Cruyff dijo: “Trato hecho”. Y Tele Santana me pidió: “Participe usted… Y yo también puse la mano…” El árbitro, ahora, evoca aquel momento maravilloso del que se considera “un testigo privilegiado”. Este casi misterio del fútbol ocurrió en la madrugada del 11. Diciembre. 1992, en un hotel de Tokio. En casi cuatro horas de charla sin pausa y muchas tazas de café, Cruyyf sin dejar de fumar. “Estaban convencidos de que perder jugando bien no es fracasar y de que, en un partido leal, si se respetan los principios que los llevaron a esa instancia, no hay vencedores ni vencidos”, según Loustau. Un árbitro argentino que se consideró el segundo mejor árbitro del mundo, dirigió el “Mundial Italia90”, final del “Mundial Sub20 87”, así como la Copa América de 1989 y 1991. “En cuarenta años de carrera nada me tocó más como haber participado en esa conversación entre Tele y Cruyff. Fue la cosa más enriquecedora que el fútbol me dio”. En aquella reunión “hablaban de fútbol como si fuera sagrado. Decían que interrumpir un partido con lesiones fingidas, esconder del balón o hacer una sustitución para ganar segundos no les resultaba válido… Cruyff y Santana querían ganar, pero no de cualquier manera, no con “patracas”. Tenía que ser con argumentos, que eran muy parecidos. Por ejemplo, hablaban con deleite del desafío de combinar la velocidad con la precisión para sorprender al rival”. Loustau entendió aquella noche que sus interlocutores nunca interpretaron como fracaso perder como perdió Cruyff con la “Naranja Mecánica” la final del “Mundial74”, o como perdió Tele con su inolvidable selección canarinha ante Italia en el “Mundial España82” (…) “Criticaban los centros al área que no generaban peligro. Decían que si no había posibilidades de llegar con el balón a la cabeza o al pie de un compañero para buscar un gol, para qué lanzarlos?”. Dice Loustau que “subí a la habitación embriagado de fútbol”. En aquel partido “el tiempo neto que se jugó fue enorme, sin mala intención y con múltiples opciones de gol”. Ante 60.000 personas, aquel partido acabó con 2-1 a favor de los brasileños. Y nunca más se vieron para tomar otra taza de café, Tele Santana falleció en 2006 a los 75 años; y Cruyff, con 69, murió en 2016. A mí me ha sublimado este relato, sin importarme el estilo literario…
A Enric González le preguntaron:” ¿Qué es más difícil, escribir sobre fútbol, bien sea novela, cuento o poesía, o anotar un gol en un partido?”. A lo que respondió: “Jugué fútbol desde muy niño. Era mi vida. Quise ser futbolista, pero tuve lesiones y ahí se acabó todo. Jugaba de delantero. Creo que es más difícil anotar un gol por toda la dificultad que tiene el juego con rivales y con una pelota en disputa. Además, no he intentado todavía escribir sobre fútbol, pero creo que también puede ser muy difícil si no hay pasión. Quien juega al fútbol es un apasionado”. Cuando le preguntaron: “¿Y quien escribe literatura de fútbol?, Enric González contestó:” ¡Un soñador!” Como lo era Eduardo Galeano, todos los años de Mundial se desplazaba con su mujer al país de celebración y ponían un cartel plastificado en la puerta de su casa: “Cerrado por Mundial”. Murió hace un año y, ahora, ha publicado su libro póstumo “Cerrado por fútbol” donde concentró todas sus reflexiones de siempre. “¿Quién no quiso ser jugador? Pero yo solo podía jugar bien mientras dormía, porque de día era un patadura imperdonable y entonces tuve que intentar con la mano lo que jamás pude hacer con los pies”.
Estas fechas de tregua en la Liga española, cerrado por fútbol, han servido para reponer fuerzas los jugadores y los equipos, para recomponer y refrescar ideas, para restaurar la confianza, para fichar a jugadores y a otros enviarlos al paro, para esgrimir la tralla a lo “Indiana Jones” como es el caso de Paco Jémez en Las Palmas, o fichar nuevo entrenador como es el caso del Sevilla después de prescindir de Berizzo de manera atropellada… Queda más de una vuelta en el calendario, las diferencias obtenidas por el Barcelona se presumen definitivas para que otros equipos no se le aproximen y, es de suponer que a partir de enero 2018, todo se vaya decantando con arreglo a las trayectorias en curso. Aunque sería deseable que el fútbol se aproxime más al misterio y a las ficciones inherentes a su desarrollo, no en vano la sorpresa sigue siendo el factor fundamental del juego.