Un jugador polivalente en un equipo de fútbol es ese futbolista capaz de desempeñar varias posiciones, varias misiones, ejercer con eficiencia en distintos puestos funcionales. Una especie de “hombre orquesta”. Siempre hubo casos singulares, quizás el más extremo es el que se cuenta de Di Stéfano ocupando la portería de su equipo por expulsión de su portero cuando todavía no se autorizaban cambios en los equipos. En la actualidad, existe una fijación casi enferrmiza por el encumbramiento de la “individualidad” por encima de la “colectividad”. De hecho, todos los premios instaurados se basan en el reconocimiento de las figuras individuales por encima de la ponderación del rendimiento global de los equipos. Asimismo, estamos hartos de ver las críticas fáciles que se hacen a los entrenadores porque “no ponen a los jugadores en su puesto” igual que tantas veces se les critica al final de los partidos por parte de los periodistas que se vuelven locos por designar “el mejor del partido” y nadie habla de las virtudes del bloque como tal… La directora de orquesta, Inma Shara, escribió en “La batuta invisible”: “Dirigir, hoy, supone ser generador de utopías, aglutinar las diferentes individualidades artísticas sin coartar los espíritus de cada uno de los miembros de la orquesta, gestionar los talentos, optimizar los recursos de los que se dispone, generar confianza desde la responsabilidad de equipo, no solamente gestionar la inercia sino inervar la gestión de forma muy proactiva, aplicando la inteligencia emocional”. Allí mismo citó una idea de Herbert von Karajan respecto a la dirección: “El arte de dirigir es saber cuándo hay que abandonar la batuta para no perturbar a la orquesta”.
Aquello de “su puesto” sigue siendo una antigualla del taylorismo de principios del Siglo XX, de alguna manera rememoran aquellos métodos de organización industrial que dividía las tareas en el proceso de producción pensando en el aumento de la productividad de los obreros, como si la producción en cadena fuera susceptible de aplicarse a un partido de fútbol. Frederick Taylor su creador en 1911, llegó a fijar unos “principios de organización científica”, eliminando los movimientos inútiles de los trabajadores, con mediciones del tiempo de ejecución. Y pareciera que en el fútbol debe seguir prevaleciendo la división del trabajo, subdividiendo las tareas en otras más simples, pero fijando siempre las maneras de hacer sin permitir ninguna libertad personal, con una supervisión exagerada del entrenador, de ahí que sean tan ponderados por el gran público aquellos técnicos que gesticulan y dan muchas voces en la banda, tratando a los futbolistas como si fueran menores de edad y “radiándoles” cada tarea a ejecutar… Un ejemplo, para mí muy negativo, es el que observé a Paco Jémez al final del partido Atlético de Madrid-Las Palmas con resultado de 3-0: “El que no haga lo que yo digo, no jugará”. Un estilo coercitivo para salvar su propio pellejo. Y no me imagino a los jugadores de fútbol con una carpeta colgada al cuello portando un “Manual de Funciones” que especifica todos y cada uno de los protocolos posibles para hacer bien su trabajo.
Todavía recuerdo aquellos equipos, y aún prevalece aquella costumbre, que el número 2 sólo podía jugar de 2, o sea, defensa derecho; el número 3, jugaría siempre de 3, o sea de defensa izquierdo; el 4, de 4, o sea, medio volante derecho; el 8 y el 10 haciendo labor de interiores, derecho e izquierdo respectivamente, y nada más que eso; el 9 era el delantero centro rematador estacionado al lado del central; el 11 era extremo izquierdo; y así… Hasta que el fútbol evolucionó con la asignación del dorsal fijo a cada jugador durante toda la temporada, por lo que ya no se identificaba el número con la misión en el campo. En la Copa Mundial FIFA cada jugador usó el mismo número durante todo el torneo a partir de la edición de 1954. Del mismo modo, desde 1993, la Asociación de fútbol inglesa adoptó los números fijos para los jugadores en una misma temporada, expandiéndose al resto de Ligas nacionales. Todos recordamos a Cruyff y su número 14, ningún espectador sabía dónde jugaba a ciencia cierta, era complejo definir “su puesto” en cualquiera de los partidos… “Yo creo que la gente debería ser capaz de jugar en todas las posiciones del campo… Por eso es tan importante que todos escuchen durante las conversaciones tácticas. El extremo izquierdo no puede dormirse cuando el entrenador habla sobre el lateral derecho”. (Johan Cruyff).
En realidad, la alternancia de puestos y misiones en un equipo de fútbol se pueden producir con mayor naturalidad entre “defensas” o “centrocampistas”, siendo menos permeables los “delanteros” con cualquiera de las otras líneas, si bien todos recordamos a algunos “extremos” que acabaron jugando de “defensas laterales”. Incluso, dentro de una misma línea, es más difícil alternar a los “laterales” con los “centrales” pero no imposible; lo mismo que los “centrocampistas” se pueden intercambiar más con los del “centro de la defensa”; de igual manera que los “volantes” tienen más posibilidades de alternancia con los “defensas laterales” o, incluso, con los “falsos extremos”. Podríamos señalar otras posibles rotaciones funcionales en horizontal, ahora resulta que los delanteros de las alas también suelen jugar “a pierna cambiada”, los derechos en la izquierda y viceversa. Criterio que se utiliza en menor medida con los jugadores de la defensa que actúan en banda. Personalmente, cuando entrené a niños y jóvenes, exageré la nota muchas veces para que los futbolistas no se especializaran antes de tiempo. Tampoco hay que caer en la trampa de pensar que todos valen para todo y en todo momento.
Últimamente veo partidos de alevines, benjamines, infantiles, cadetes y juveniles, donde los entrenadores cambian mucho las alineaciones dando una motivación extra a todos los jugadores, probablemente no alineando siempre a los mejores. En fútbol 7, por ejemplo, se puede introducir cambios con frecuencia, pero, creo, se está exagerando porque muchas veces observo que a los cinco minutos de juego ya se hacen varios cambios. Resulta muy difícil que un niño aporte algo en cinco minutos, ni siquiera me imagino a un profesional hecho y derecho rindiendo a satisfacción en tan corto período de tiempo. Esta estrategia más que formar creo que acaba deformando. Del mismo modo, los niños deben pasar por distintas parcelas del campo lo que les reportará experiencias a futuro y ese proceso de aprendizaje de distintas funciones añadirá valor a su desempeño futuro. Por descontado, cuanto más “polivalentes” existan en el equipo muchos más pluses de rendimiento se dispondrá a futuro. Por otra parte, como ocurre en el mundo del trabajo, las rotaciones horizontales dentro del equipo permiten que los jugadores respetan mucho más la labor de sus propios compañeros al conocer las dificultades del puesto. Ahora bien, curiosamente esto también pasa, el jugador más polivalente suele ser también el primero que desaparece de las alineaciones, sin duda una incongruencia práctica…
En el capítulo de los polivalentes, me viene a la memoria figuras como la de Aspe Lillo, del Eibar, que maneja con soltura la misión de los dos laterales y también el de central derecho; Lahm, en el Bayern de Münich fue utilizado por Guardiola en medio campo, de volante derecho, no muy alejado de su misión específica de lateral en banda derecha. Estos jugadores comodines empiezan ahora a ser muy valorados después de un anquilosamiento histórico por la excesiva “individualización” de los puestos. Igualmente la figura de Nacho, en el Real Madrid, adaptable a cualquiera de los dos laterales del equipo, más el desempeño muchas veces en el puesto de central. Curiosamente, en su día, Mourinho se enfadaba con Toril, entrenador del filial Castilla, porque utilizaba a Nacho de defensa central cuando el primer entrenador quería que jugase siempre de defensa lateral. También Sergi Roberto en el Barcelona, centrocampista ala o volante, tuvo que adaptarse a defensa lateral y lo ejerce con nota alternando misiones según qué partidos, o dentro del mismo partido. Otro jugador, Lucas, del Atlético de Madrid se desenvuelve tanto de central como de lateral. Y, por último, señalar la última novedad en el partido Sevilla-Getafe, el extremo de toda la vida Jesús Navas, incluso con Guardiola en el Manchester City, jugó de lateral derecho con evidente soltura. Estos jugadores de “perfil bajo”, que tardan en impregnar la memoria de los aficionados que a veces se compadecen utilizando la coletilla de “siempre cumplen”, son una garantía de futuro para los entrenadores.
Con todo ello, podíamos concluir que la labor de equipo no solo es responsabilidad del entrenador. Hace muy pocas fechas, Simeone reconocía: “Lo más difícil es manejar las situaciones de los chicos que no entran desde el inicio… Cuando juegan parece que son fenómenos y cuando no juegan parece que son malos, los representantes ayudan poco para que esto genere un trabajo en equipo y ojalá que esa parte importante del grupo se pueda sostener fuerte…” Como vemos, hay diversos factores que vician la labor del entrenador en pos de un buen entendimiento de sus jugadores para hacer equipo. Sin embargo, otros virus contaminan el trabajo de equipo como ocurrió recientemente cuando el diario deportivo Marca realizó una singular encuesta entre los seguidores del Real Madrid. Con ello, la mitad de la plantilla quedó “señalada” como culpable en la reciente eliminación en Copa del Rey. Al mismo tiempo, se “liberaba” a la otra mitad de la plantilla, no se les imputaba culpabilidad a gusto del consumidor. Más que un trabajo periodístico, aquello me pareció una especie de “caza de brujas” a toda una plantilla profesional de fútbol lo que da lugar a la “ruptura” del grupo. Resulta indignante esta práctica, ejercida con una herramienta destructora, la más potente de un equipo: “tú eres bueno”, “tú eres malo”, “tú a mi derecha”, “tú a mi izquierda” ¡Desmoralizante! Esta irresponsable encuesta raya en lo inquisitorial…