Mi historia comienza en el Loyola, donde transcurrió mi edad formativa, donde me enseñaron
valores y educación, aparte de enseñarme a entender el Fútbol. Esto también es mérito de
todos mis entrenadores que fueron importantes en mi instrucción, difícil en ocasiones por mi
juventud pero tremendamente magistral. Desde el Padre Benito con su pasión, fue el primero
de mi etapa, recuerdo mi mala cabeza dejándome los guantes en las porterías y él
devolviéndoselos a mi madre al día siguiente, hasta Albert Aguilá que fue el último en
Juveniles. Jesús Gonzalez Río me hizo pensar y entender el Fútbol de otra forma, aparte de ser
mi amigo, pasando por muchas buenas personas que compartieron su tiempo con nosotros de
una manera totalmente desinteresada y enriquecedora. Eduardo García con su energía en los
entrenamientos de los porteros, mojando las porterías con cubos de agua y una carretilla para
llevarlos, la tierra de Jesuitas hacía daño al tirarse, junto con compañeros como Alejandro,
Toño, Luís, Endika, Gali, Diego, Daniel Aranzubía, Cuezva, Bizien…Esos entrenamientos eran
únicos. Cada portero más especial, más peculiar, más personal, pero juntos por una persona y
una ilusión. Esta frase se repetía: “¡hay que volar!”. No era solo los entrenamientos sino todo
lo que se movía alrededor del balón. Esto era una escuela en todas las vertientes. Esto hizo que
en mis últimos años de juvenil probase la gran satisfacción de entrenar a equipos benjamines
del club. Sorprendentemente enriquecedor.
Tras mi salida del Loyola hubo varios equipos de Tercera División y alguno de Regional
Preferente en los que fui pasando. Al CD Agoncillo fuimos a parar cinco jugadores que
acabábamos la edad juvenil, corría el año 2001, temporada extraña por jugar contra el equipo
que había visto en las Gaunas en primera División y que ahora estaba en Tercera División, el
CD Logroñes. Bonito recuerdo. Posteriormente CD Varea, San Marcial, CD Anguiano en varios
años fueron equipos que ocupé su portería, en alguno de ellos sin mucha fortuna. Viví el
cambio de la Tercera Riojano-Navarra a la Riojana. Terminé mis días de jugador en el CD Anguiano. Mi ilusión por jugar en el pueblo de mi madre y jugar donde lo habían hecho
familiares míos era enorme. Pero aquí ya noté que pensaba más como entrenador que como
jugador, y para mí eso era un mal asunto. Tomé la decisión de dejar el Fútbol con 25 años en
un buen momento de estado de forma personal y del equipo.
Durante cinco años no tuve contacto con el Fútbol y no me imaginé ser entrenador a pesar de
haberme sacado los carnets, haber entrenado en el Loyola y entrenar a mis compañeros
porteros dónde estaba jugando.
Todo cambió cuando José Neyla me dio la oportunidad de entrenar al Regional Preferente del
CD Anguiano en la temporada 2011-12. Los buenos resultados y poder poner en práctica
diferentes conceptos aprendidos, tenía jugadores con mucha calidad para esa categoría, hizo
que sintiera la belleza de los banquillos. A pesar de terminar en puestos de ascenso a Tercera
División, no lo hicimos por tener un equipo superior en esa categoría, desapareció el equipo.
La temporada siguiente tras retirar el Regional Preferente del club, y tras una experiencia
fallida de volver a jugar tras una lesión en la espalda, tuve la fortuna de vivir y conocer más
personalmente a Jesús Carazo siendo su entrenador de porteros. La posibilidad de aprender de
él y tenerlo como maestro, ya lo había tenido de profesor de táctica en la escuela de
entrenadores, hizo que me enganchara más al deporte que tanto me había dado.
La vida está llena de sorpresas y cuando se cierra una puerta se abre otra, y es muy cierto. Y
tras mi etapa en Anguiano me vino la oportunidad de entrenar a la Peña Balsamaiso en la
temporada 2013-14, recién ascendido a Tercera división. Diego Estecha, amigo mío y
entrenador que logró el ascenso, me ofreció esta nueva aventura. Una aventura única. Tras
muchos problemas para confeccionar la plantilla, pero con gente comprometida y valiente logramos una permanencia que al principio se antojaba imposible. Lo hicimos apostando por
ser protagonistas en todos los partidos, para lo bueno y lo malo, pero fue tan costoso que
cuando miras para atrás todavía me emociono. Era un club formado por pocas personas pero
las que había, tenían confianza ciega en mi trabajo. Eso fue increíble, Herce, Estecha, Subero y
Nico fueron el éxito de esa temporada junto a unos jugadores valientes que siguieron unas
ideas hasta el final. Logramos la permanencia matemática sin haber acabado la temporada
descendiendo cuatros equipos en ese año a Regional Preferente. Un éxito para todos.
Tras el desgaste de este año y la certeza de no poder continuar mejorando el proyecto decido
no seguir entrenando. Pero duró solo un año porque otro recién ascendido el San Marcial
confía en mí para entrenar en la temporada 2015-16. Tras diferentes probaturas tácticas doy
con la tecla adecuada para jugar en ese campo y esos grandes jugadores. Conseguimos tener
una temporada tranquila en la clasificación y salvarnos antes de terminar la temporada. Otro
objetivo cumplido que no hubiera sido conseguido sin mi preparador físico Héctor Barrasa que
me acompaña desde mi aventura de la Peña Balsamaiso.
Cuando echo la mirada para atrás, siento que soy muy afortunado de haber vivido esto en el
Fútbol, siempre aficionado pero tan grande o más que el profesional. Después de poder
reflexionar y escribir mis andaduras futbolísticas, el fútbol para mí no ha sido un deporte o un
pasatiempo, ha sido una escuela, como siempre para lo bueno y para lo malo. Volvería a vivir
cada acontecimiento, y quizás alguna vez pueda continuar contando alguna aventura más.
Toda la información de este artículo, está aportada por Fernando Fuertes, persona ligada al mundo del fútbol y la temporada pasada entrenador del Club Deportivo San Marcial que agradece el trato que le hemos dado desde la web.